martes, 12 de abril de 2016

Afrontando el temor al ataque terrorista

¿Cómo superar un miedo?, ¿cómo afrontarlo?, ¿cómo vivir sin ver, sin mirar a personas que por sus rasgos o vestimentas se les asocie con posibles terroristas? No es tarea fácil, tenemos mucha información gráfica, muchos vídeos. Las redes sociales bombardean constantemente y en tiempo real a millones de usuarios con estos temas. Por su parte, los medios de comunicación ofrecen programas especiales para difundir el horror terrorista y a ahondar en él.

Cada vez resulta más difícil para muchas personas coger un avión con tranquilidad, acudir a un metro, o bien estar en lugares concurridos y no escanear con la mirada posibles sospechosos.

Hace años la sociedad aprendió a alejarse de las bolsas o macutos tirados o aislados en lugares concretos, o a mirar, según su condición profesional, debajo de los coches. Con el paso del tiempo, ese miedo se fue extinguiendo, aunque no la cautela, concepto bien diferente y con el que se puede convivir.

Es conveniente recurrir a nuestro admirado Sócrates para tomar sus palabras o consejos con el rigor que sus mensajes encierran. Él solía decir con el tono que se le atribuye, y que el actor José María Pou lo borda en escena, “las pasiones obnubilan la razón”. Es curioso que en esta frase la mente terrorista o muchas otras quedan bien descritas. Asimismo, nos ofrece una solución a nuestro miedo expresando que “el hombre no tiene un mal mayor que una opinión falsa”.

Por lo tanto, la hipervigilancia, así como una inferencia arbitraria sobre el entorno, hará que los ciudadanos puedan construir pensamientos erróneos sobre las personas, por lo que acabarán reactivando o potenciando su miedo.

Creo que una forma adecuada para no sucumbir al miedo terrorista pasa por que realicemos una vida normalizada como señala Sócrates, sin dejarnos llevar por opiniones falsas. Tenemos que disfrutar de salidas, viajes, reuniones, sin pararnos a observar el entorno. Esta es una forma de no reavivar el miedo que los terroristas tratan de infundirnos consiguiendo limitar nuestras vidas.

Vivir en estado de alerta es la antítesis de placer, del disfrute. Debemos de seguir haciendo una vida normal, sabedores que los países desarrollados, dirían bien desarrollados, vigilan y protegen a los ciudadanos. Por lo tanto, deberíamos evitar el ser vigilantes por algo en lo que los gobiernos invierten constantemente para protección de las personas.

No debemos  olvidar que los miedos normalmente se resuelven por afrontamiento y no por evitación, así que hagamos caso a Sócrates y no nos dejemos llevar por una opinión falsa y dejemos de ser vigilantes al juzgar por aspectos externos a ciertas personas como posibles terroristas.

Esta conducta pertenece a los gobiernos, por lo tanto no dejemos de salir y disfrutar, eso sí con cierta cautela, y que como expresaba anteriormente, éste es un concepto que convive en armonía con el ocio activo, el disfrute y el placer.

Creo obligado finalizar estas consideraciones citando al poeta romano Horacio, fallecido en el año 8 AC, quién con su famosa frase “Carpe Diem”… ya nos daba la solución más acertada para afrontar la vida, con o sin terrorismo. Así que, aprovechemos cada día como si no hubiera un mañana.

Miguel Vallejo