sábado, 5 de mayo de 2018

Cuidarse para cuidar

Las personas necesitamos atención y cuidados desde que nacemos hasta nuestros últimos días. Somos dependientes en diferentes etapas de nuestra vida, aunque ciertamente, unos más que otros. Enfrentarse a la tarea de cuidar no es tarea fácil, requiere aprendizaje para afrontar y adaptarse a los constantes cambios que acompañan este proceso.

¿Cómo afecta el cuidado?

Por ejemplo, se pueden experimentar cambios en:
  • Las relaciones familiares
  • El trabajo
  • La situación económica
  • El tiempo libre, las aficiones y el ocio
  • La salud
  • El estado de ánimo

Hay que ser conscientes de que estar pendiente de las necesidades de otra persona hace que la persona cuidadora deje su vida en un segundo plano, generando en muchas ocasiones malestar y sobrecarga.

Llegados a este punto es aconsejable hacer una parada para hacer un análisis de la situación. Valorar los cambios que las tareas de cuidado han generado. Hay señales (físicas, emocionales, pensamientos, comportamientos, etc.) que avisan cuándo puede ser necesario parar y dedicarse un poco de atención; parar para reparar.

El éxito de la experiencia de cuidado dependerá del grado en el que la propia persona cuidadora se cuide a sí misma. Se conceda tiempo y atención suficientes para sus propias necesidades personales.

Es esencial que la persona cuidadora atienda su propia salud física, emocional y social, lo que se conoce como autocuidado, porque cuidarse es la mejor manera de poder cuidar a los demás.

¿Qué es el autocuidado?

Se trata de todas aquellas actitudes y acciones que realiza cada persona con el objetivo de valorarse, quererse y cuidarse. Son acciones para mantener y mejorar la propia salud física y mental. No es un acto de egoísmo, sino de responsabilidad con su propia vida.

Las personas que además de cuidar se autocuidan, están mejor preparadas para responder al estrés y a la depresión derivadas de la situación de cuidado, toman decisiones más acertadas y pueden brindar una atención de mayor calidad.

¿Por dónde empezar?
  • Realiza cambios en la rutina diaria
  • Dormir y/o descansar lo suficiente.
  • Cuidar la alimentación.
  • Hacer ejercicio con regularidad.
  • Evitar el aislamiento y salir de casa.
  • Control de consumo de bebidas, tabaco y/o fármacos.
  • Mantener aficiones e intereses.
  • Poner límites al cuidado.
  • Pedir ayuda. El cuidado no es tarea para una persona sola.
  • Anticiparse y organizarse bien.
  • Formarse e informarse.
  • Prestar atención a las emociones.

Estar leyendo este texto, puede ser una oportunidad para poder reflexionar sobre cómo afecta el cuidado, qué cambios ha generado la situación de cuidado, qué señales de alarma han aparecido, si hay o no sobrecarga o malestar emocional, si aparecen sentimientos negativos como la tristeza, el desánimo, culpa, enfado, lástima o sentimientos positivos como la satisfacción, si existen o no apoyos y ayuda, etc.

Es muy importante darse cuenta de lo necesario que es cuidarse. Además, un entorno social y familiar implicado ayudará a conseguir una mayor calidad de vida tanto para la persona que precisa cuidados como para quien cuida. Por lo tanto, no lo olvides…

¡Cuídate!


Amaia Artola Echeverría