En una sociedad como la nuestra, con mayor longevidad y esperanza de vida, y donde las enfermedades crónicas y la precariedad económica se encuentran cada vez más presentes, se hace necesaria la figura del voluntariado. Carmen Machi, actriz polifacética, encarna en la película ‘La Voluntaria’ esa figura necesaria, de una mujer médico, jubilada, con grandes dosis de humanidad, pero que demuestra a lo largo de la película y de su estancia en un campo de refugiados griego, sus limitaciones como voluntaria de base, además de dejar traslucir lo que no debe ser ni hacer nunca, en este caso, una voluntaria.
El voluntariado lo representan personas, solo personas. Cualesquiera que sean sus profesiones, deben de ser abnegados, y jamás deben de ver en el otro a su familiar ausente ni deben de resolver sus propias carencias con dicha actuación. Otro aspecto diferenciador es quien ejerza el voluntariado como profesional.
En la década de los 90, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) celebró en el Palacio de Congresos de Madrid, el I Congreso Internacional sobre el Voluntariado. Tuve la suerte de poder exponer en una mesa redonda -algo que sigo agradeciendo- un tema de gran relevancia para el desarrollo adecuado de la relación voluntario/paciente, ‘La sobreimplicación emocional del voluntario’. Profesionalmente, considero necesario que se tengan en cuenta las condiciones psicológicas y/o personales que mueven a las personas para apuntarse a un voluntariado. Es un trabajo duro, gratificante, diría que imprescindible hoy día, pero difícil de ejecutarlo con solvencia; de su calidad y cualidades depende el éxito, ya que, si no se realizara de la forma adecuada, la intervención iría en contra de sí mismo y de quien reciba la ayuda. No sería honesto cubrir las necesidades propias ejerciendo el voluntariado.
La película da muestras muy claras de ello. Cualquier profano en la materia no estará de acuerdo viendo cómo Carmen Machi, nuestra voluntaria de formación médica en un campo de refugiados, pero voluntaria de a pie en ese contexto, derrocha humanidad y entrega, pero paralelamente se encuentra con una realidad que no esperaba y para la que no tenía, bien el conocimiento necesario en ese área, o bien la formación adecuada. La abnegación tiene que formar parte del voluntariado y para quien no este muy familiarizado con esta palabra y la confunda con ‘entrega’, la RAE define a la persona abnegada como aquella que “se sacrifica o renuncia a sus deseos o intereses, generalmente por motivos religiosos o altruistas”.
Haciendo referencia al dicho de “lo que se oye se olvida, pero lo que se ve se recuerda”, esta película creo que debe servir a aquellas instituciones y asociaciones benéficas que se apoyan en el voluntariado, para dar una cobertura humana, psicológica y social, una referencia formativa visual, necesaria y trascendente de lo que es y no debe ser la acción del voluntariado.
El final de la película, que no deseo desvelar, ya que es donde culmina lo que la protagonista ha ido tejiendo a lo largo de su estancia en el campo de refugiados, hace alusión a lo que expuse en mi ponencia. Es importante para propios y extraños valorar de forma visionaria las consecuencias de nuestras acciones altruistas. Sócrates nos preguntaría ¿lo son en realidad? Que cada uno responda. No por ser profesionales y expertos en una materia, se sabe todo del voluntariado. Querer pertenecer a este colectivo en el ámbito social y psicológico es muy meritorio, pero requiere de unas condiciones humanas y personales concretas, y de una formación que contribuirá sin duda a consolidar el apoyo necesario para el sector en el que se vaya a intervenir. Porque de lo contrario, sin un entrenamiento específico, puede producirse el efecto contrario.
Eligiendo, formando y entrenando correctamente al voluntariado se conseguirá que el receptor final se beneficie de dicha actuación, quedando difuminada y postergada a un segundo plano la figura del voluntario, algo incomprensible para algunos, pero totalmente necesario para el desarrollo adecuado de dicha actividad. El real beneficio para el voluntariado es poder ejercerlo día tras día sin que parezca que tenga un coste personal.
En resumen, la película ‘La Voluntaria’ es un referente absoluto de lo que nunca hay que realizar en el voluntariado. Ahora bien, los políticos a quienes también se les hace mención en la película, tienen en su mano la posibilidad de dotar de mayores prestaciones a aquellas instituciones o asociaciones benéficas sin ánimo de lucro que se apoyan en esta figura para compensar los déficits sociales y atencionales.
Mi admiración a todos los voluntarios y voluntarias que hacen que este mundo esté mejor atendido psicológica y socialmente, pero que no olviden que el voluntariado de base es únicamente abnegación, no una profesión.
Publicado en El Diario Vasco, el 19 junio 2022
Miguel Vallejo
lunes, 20 de junio de 2022
viernes, 4 de diciembre de 2020
LAS PÍLDORAS DE LA FELICIDAD SINTÉTICA
La industria farmacéutica no deja de sorprendernos cada día en su afán por construir un mundo mejor, lleno de salud, éxito, energía y felicidad. Lejos aún de resolver totalmente las enfermedades físicas, parece que son las psicológicas en las que el marketing farmacéutico ve la gallina de los huevos de oro. Hace unos años, el tratamiento de las crisis de angustia, con o sin agorafobia, se reducía a la toma de alprazolam miligramo de más o de menos. Ahora, parece ser, que los miedos sociales condicionados y aprendidos, los hábitos adquiridos, las inseguridades y debilidades personales, así como las depresiones reactivas, son simplemente un problema de más o menos paroxetina. Si además se padece una impotencia, te tomas una hora antes tu Viagra y a triunfar. Al parecer, todo esto y mucho más lo puedes conseguir gracias a las "Píldoras de la Felicidad Sintética" que las constantes investigaciones farmacéuticas vienen descubriendo y anunciando de forma desmesurada en todos los medios de comunicación social, captando hábilmente, una realidad social llena de impaciencia, deseosa de efectos rápidos, yo diría que inmediatos. Eso sí, a costa de pertenecer por una información sesgada al "club de los pacientes sintéticos".
Observemos la praxis de una "consejoterapia farmacológica a un paciente sano": Hoy nuestro "sano impaciente" tiene que hablar en público, por lo que deberá tomar un betabloqueante tipo propranolol una hora antes de comenzar su discurso, aunque como tratamiento de fondo de su trastorno depresivo, ansioso y fóbico con crisis de angustia se le prescribe también paroxetina una vez al día, más alprazolam 3 veces al día. Dos veces al día, toma 12 gotas de un interdictor del alcohol como la cianamida que se lo administra su pareja para reforzar su voluntad. A su vez, se coloca un parche de nicotina porque quiere dejar de fumar. No sabe cómo renunciar a la alta gastronomía de la que se considera adicto, pero preocupado por sus altos niveles de colesterol, se toma una vez al día cerivastatina y,... a comer. Su inseguridad camina a diario en su bolsillo con su caja de lorazepam por si acaso se descontrola. Además, como hoy es un día muy especial se llevará su Viagra para tomarla una hora antes del "examen de su Ego" y estar, nunca mejor dicho a la "altura necesaria". Por último, un hipnótico le ayudará a conciliar su sueño alterado. Este será su último recuerdo farmacológico del día como "paciente sano" para volver a ser mañana nuevamente un hombre diez, enérgico y de voluntad férrea. Lástima que no pudo completar bien su día al no poseer, de momento, una pastilla para tener buen humor, sonreír, ser más tolerante, para disfrutar de la vida.... ¿Realmente se han resuelto o trabajado sus conductas desadaptadas? Si se conoce qué es una fobia social y cómo se mantiene, ¿cuál es el mecanismo a través del cual la paroxetina dota de habilidades personales a quienes carecen de ellas?. En cuanto a la Viagra para que sirve una “erección eléctrica” si falta el deseo sexual y existe conflicto personal o una mala comunicación en pareja?
Esto que parece una crítica a los tratamientos farmacológicos, no lo es en absoluto. Nadie pone en duda el beneficio de los avances en la investigación farmacéutica, pero resulta paradójicamente poco científico que se difundan soluciones exclusivamente farmacológicas en las alteraciones del comportamiento aprendido y/o condicionado. Si no se informa que para los trastornos de ansiedad, adictivos o sexuales entre otros, se debe de contar paralelamente con tratamientos psicoterapéuticos de corte cognitivo-conductual, supone una información sesgada a los consumidores, una deformación profesional estrictamente biologicista y una visión terapéutica en desuso en este fin de siglo marcado, afortunadamente para los pacientes, por los tratamientos multi e interdisciplinares.
Esta realidad social y asistencial con "personas sanas" hace que la industria farmacéutica y las sanidades públicas lleguen a acuerdos tácitos con estos productos y su publicidad desmesurada al gran público. Sin duda, es menos costoso para la sanidad ofrecer una "consejoterapia" en 15 minutos y prescribir paroxetina, fluoxetina, viagra, parches de nicotina, interdictores de alcohol, que contratar para los ambulatorios de atención primaria y hospitales un número suficiente de expertos en psicoterapia que enseñen a los pacientes a controlar su voluntad, sus hábitos, sus conductas desadaptadas, sus inseguridades, sus fobias, ofreciéndoles así la posibilidad de que sean ellos mismos quienes se enfrenten a sus problemas.
Sería conveniente que la industria farmacéutica, a instancias de Sanidad, incluyera en todos los prospectos de aquellos fármacos que estén implicados en enfermedades donde la modificación de la conducta es necesaria, un apartado que especifique Tratamiento Deseable, y en el que se aconsejara el tratamiento multidisciplinar que se haya demostrado científicamente más eficaz. De esta forma, la sanidad pública comprobará cómo se acortan los procesos terapéuticos, además de ofrecer una mejor calidad asistencial y disminuir el consumo farmacéutico para beneficio de los "pacientes sanos".
Miguel Vallejo
Observemos la praxis de una "consejoterapia farmacológica a un paciente sano": Hoy nuestro "sano impaciente" tiene que hablar en público, por lo que deberá tomar un betabloqueante tipo propranolol una hora antes de comenzar su discurso, aunque como tratamiento de fondo de su trastorno depresivo, ansioso y fóbico con crisis de angustia se le prescribe también paroxetina una vez al día, más alprazolam 3 veces al día. Dos veces al día, toma 12 gotas de un interdictor del alcohol como la cianamida que se lo administra su pareja para reforzar su voluntad. A su vez, se coloca un parche de nicotina porque quiere dejar de fumar. No sabe cómo renunciar a la alta gastronomía de la que se considera adicto, pero preocupado por sus altos niveles de colesterol, se toma una vez al día cerivastatina y,... a comer. Su inseguridad camina a diario en su bolsillo con su caja de lorazepam por si acaso se descontrola. Además, como hoy es un día muy especial se llevará su Viagra para tomarla una hora antes del "examen de su Ego" y estar, nunca mejor dicho a la "altura necesaria". Por último, un hipnótico le ayudará a conciliar su sueño alterado. Este será su último recuerdo farmacológico del día como "paciente sano" para volver a ser mañana nuevamente un hombre diez, enérgico y de voluntad férrea. Lástima que no pudo completar bien su día al no poseer, de momento, una pastilla para tener buen humor, sonreír, ser más tolerante, para disfrutar de la vida.... ¿Realmente se han resuelto o trabajado sus conductas desadaptadas? Si se conoce qué es una fobia social y cómo se mantiene, ¿cuál es el mecanismo a través del cual la paroxetina dota de habilidades personales a quienes carecen de ellas?. En cuanto a la Viagra para que sirve una “erección eléctrica” si falta el deseo sexual y existe conflicto personal o una mala comunicación en pareja?
Esto que parece una crítica a los tratamientos farmacológicos, no lo es en absoluto. Nadie pone en duda el beneficio de los avances en la investigación farmacéutica, pero resulta paradójicamente poco científico que se difundan soluciones exclusivamente farmacológicas en las alteraciones del comportamiento aprendido y/o condicionado. Si no se informa que para los trastornos de ansiedad, adictivos o sexuales entre otros, se debe de contar paralelamente con tratamientos psicoterapéuticos de corte cognitivo-conductual, supone una información sesgada a los consumidores, una deformación profesional estrictamente biologicista y una visión terapéutica en desuso en este fin de siglo marcado, afortunadamente para los pacientes, por los tratamientos multi e interdisciplinares.
Esta realidad social y asistencial con "personas sanas" hace que la industria farmacéutica y las sanidades públicas lleguen a acuerdos tácitos con estos productos y su publicidad desmesurada al gran público. Sin duda, es menos costoso para la sanidad ofrecer una "consejoterapia" en 15 minutos y prescribir paroxetina, fluoxetina, viagra, parches de nicotina, interdictores de alcohol, que contratar para los ambulatorios de atención primaria y hospitales un número suficiente de expertos en psicoterapia que enseñen a los pacientes a controlar su voluntad, sus hábitos, sus conductas desadaptadas, sus inseguridades, sus fobias, ofreciéndoles así la posibilidad de que sean ellos mismos quienes se enfrenten a sus problemas.
Sería conveniente que la industria farmacéutica, a instancias de Sanidad, incluyera en todos los prospectos de aquellos fármacos que estén implicados en enfermedades donde la modificación de la conducta es necesaria, un apartado que especifique Tratamiento Deseable, y en el que se aconsejara el tratamiento multidisciplinar que se haya demostrado científicamente más eficaz. De esta forma, la sanidad pública comprobará cómo se acortan los procesos terapéuticos, además de ofrecer una mejor calidad asistencial y disminuir el consumo farmacéutico para beneficio de los "pacientes sanos".
Miguel Vallejo
lunes, 11 de mayo de 2020
EL SENTIDO COMUN ANTE LA DESESCALADA
¿Existe alguien que considere no tener sentido común? Parece difícil encontrar personas que no crean adecuado su estilo de vida, lo que afirman, lo que hacen, lo que orientan, lo que imponen, o que a su vez, no estén impregnadas de esa racionalidad lógica y aplastante que todo el mundo debería de ver y reconocer. Parece difícil encontrar personas que cuando se les confronta con otra realidad, acepten de buen grado los cambios a su planteamiento. La competitividad social, política, laboral, la necesidad de éxito a cualquier precio y con una excesiva inmediatez, crea patrones de personas poco sólidas y con un argumentario endeble, casi siempre protegidas más por su status, su narcisismo, o por su necesidad de logros, que por su formación y preparación.
¿Quién no ha escuchado en cualquier debate, exposición académica, política la frase "yo, desde mi experiencia..."? Siempre observamos que el YO va por delante, a veces también el "hemos considerado..." y todo esto no tanto por la realidad de los datos, si no por la necesidad de posicionarse dialécticamente en un umbral que difícilmente se asienta en bases objetivas y científicas, si no estrictamente personales.
El sentido común no se estudia, no hay un master que lo avale, es algo innato en ciertas personas, pero no es universal, al igual que la inteligencia emocional, no es aplicable a todos los seres inteligentes. Las habilidades que ciertas personas poseen, les lleva a resolver con mas facilidad problemas de la vida cotidiana, frente a seres que son extremadamente inteligentes para su vida profesional, pero carentes de esa capacidad emocional y habilidad necesaria que les lleve a la resolución de problemas mas simples.
Sin duda, una de las mayores dificultades que presenta el sentido común es considerar que todos vamos a llegar a las mismas conclusiones ante cualquier hecho o circunstancia. Está claro que esto, desafortunadamente, nunca va a ser así. Para ejemplificarlo, tenemos un hecho real y que tristemente nos afecta a todos en este momento como es, realizar una adecuada desescalada ante la pandemia del covid-19. Pero en realidad ¿qué se observa?, ¿qué ocurre?. Palpamos en muchos ambientes una falta de sentido común para afrontar este camino que nos lleve a la posibilidad de mejorar nuestra salud personal y económica. Las evidencias y actitudes de ciertas personas nos pueden llevar a retroceder de forma un tanto absurda. ¿A qué se debe? Sin duda a las cogniciones tan diferentes que tenemos las personas para conseguir lo que ansiamos, como es en este caso la libertad, trabajo, dinero... Y la salud?. No se piensa que esto es anterior a todo lo demás?
Muchas personas relativizan el problema del contagio, se juntan más de lo habitual, no llevan mascarillas porque son molestas, no guardan las distancias, es decir no se toman precauciones. Todo desde la creencia personal que no va a pasar nada, desde el "Yo considero que esto es exagerado o no tan necesario" etc... ¿Por qué no somos capaces de ver y valorar de forma racional las consecuencias de nuestros comportamientos negligentes, cuando afortunadamente y con gran esfuerzo estamos saliendo lentamente de una situación de confinamiento severo?.
Sin duda, se debe a la exaltación de ese absurdo Sentido Común Individual, carente de empatía y contradictorio por otra parte. ¿Para qué tantos testimonios que públicamente se otorgan día a día a los sanitarios desde los balcones, si después incumplimos las normas básicas que los científicos nos señalan? ¿Alguien piensa que su incumplimiento pone mas en riesgo las vidas de nuestros cercanos y de quienes nos tratan y cuidan en los hospitales?.
Dejemos de aplicar, de una vez por todas, nuestro propio criterio en detrimento de las voces científicas, que no políticas, porque si en algo tiene que caracterizarse el sentido común, es por la total ausencia de egoísmos o creencias personales y la tendencia a facilitar el bien general, en detrimento de lo que nos gustaría.
Me parece oportuno socialmente recordar a Cicerón cuando, harto de Catilina, pronunció en el senado romano su primera catilinaria comenzando con esta celebre frase y que tanto juego ha dado para diversos ámbitos sociales, políticos, o académicos: "¿Quousque tándem abutere, Catilina, patienta nostra..." (¿Hasta cuando abusarás Catilina de nuestra paciencia?) Seria importante que evitemos que alguien pudiera poner nuestro nombre sustituyendo al de Catilina. Esto sería todo un signo de que comienza a imperar en este momento de la desescalada para todos, UN UNICO SENTIDO COMUN, como es el de los científicos, que son en definitiva quienes manejan y poseen todos los datos necesarios para tomar decisiones. No intentemos sacar excusas para hacer imperar nuestro criterio, nuestro "particular sentido común". Se acostumbra a decir que rectificar es de sabios, pero en este caso, tener que retroceder no es rectificar, es perder, es enfermar. Ser solidario con las normas científicas que nos dictan, es una necesidad que a todos nos va a beneficiar y nunca es tarde para aprender en una pandemia, como la que nos ocupa, de los beneficios de un razonamiento lógico basado en la evidencia científica, en la aplicación sensata de las normas, en definitiva de un estricto y obligado Sentido Común.
Miguel Vallejo
¿Quién no ha escuchado en cualquier debate, exposición académica, política la frase "yo, desde mi experiencia..."? Siempre observamos que el YO va por delante, a veces también el "hemos considerado..." y todo esto no tanto por la realidad de los datos, si no por la necesidad de posicionarse dialécticamente en un umbral que difícilmente se asienta en bases objetivas y científicas, si no estrictamente personales.
El sentido común no se estudia, no hay un master que lo avale, es algo innato en ciertas personas, pero no es universal, al igual que la inteligencia emocional, no es aplicable a todos los seres inteligentes. Las habilidades que ciertas personas poseen, les lleva a resolver con mas facilidad problemas de la vida cotidiana, frente a seres que son extremadamente inteligentes para su vida profesional, pero carentes de esa capacidad emocional y habilidad necesaria que les lleve a la resolución de problemas mas simples.
Sin duda, una de las mayores dificultades que presenta el sentido común es considerar que todos vamos a llegar a las mismas conclusiones ante cualquier hecho o circunstancia. Está claro que esto, desafortunadamente, nunca va a ser así. Para ejemplificarlo, tenemos un hecho real y que tristemente nos afecta a todos en este momento como es, realizar una adecuada desescalada ante la pandemia del covid-19. Pero en realidad ¿qué se observa?, ¿qué ocurre?. Palpamos en muchos ambientes una falta de sentido común para afrontar este camino que nos lleve a la posibilidad de mejorar nuestra salud personal y económica. Las evidencias y actitudes de ciertas personas nos pueden llevar a retroceder de forma un tanto absurda. ¿A qué se debe? Sin duda a las cogniciones tan diferentes que tenemos las personas para conseguir lo que ansiamos, como es en este caso la libertad, trabajo, dinero... Y la salud?. No se piensa que esto es anterior a todo lo demás?
Muchas personas relativizan el problema del contagio, se juntan más de lo habitual, no llevan mascarillas porque son molestas, no guardan las distancias, es decir no se toman precauciones. Todo desde la creencia personal que no va a pasar nada, desde el "Yo considero que esto es exagerado o no tan necesario" etc... ¿Por qué no somos capaces de ver y valorar de forma racional las consecuencias de nuestros comportamientos negligentes, cuando afortunadamente y con gran esfuerzo estamos saliendo lentamente de una situación de confinamiento severo?.
Sin duda, se debe a la exaltación de ese absurdo Sentido Común Individual, carente de empatía y contradictorio por otra parte. ¿Para qué tantos testimonios que públicamente se otorgan día a día a los sanitarios desde los balcones, si después incumplimos las normas básicas que los científicos nos señalan? ¿Alguien piensa que su incumplimiento pone mas en riesgo las vidas de nuestros cercanos y de quienes nos tratan y cuidan en los hospitales?.
Dejemos de aplicar, de una vez por todas, nuestro propio criterio en detrimento de las voces científicas, que no políticas, porque si en algo tiene que caracterizarse el sentido común, es por la total ausencia de egoísmos o creencias personales y la tendencia a facilitar el bien general, en detrimento de lo que nos gustaría.
Me parece oportuno socialmente recordar a Cicerón cuando, harto de Catilina, pronunció en el senado romano su primera catilinaria comenzando con esta celebre frase y que tanto juego ha dado para diversos ámbitos sociales, políticos, o académicos: "¿Quousque tándem abutere, Catilina, patienta nostra..." (¿Hasta cuando abusarás Catilina de nuestra paciencia?) Seria importante que evitemos que alguien pudiera poner nuestro nombre sustituyendo al de Catilina. Esto sería todo un signo de que comienza a imperar en este momento de la desescalada para todos, UN UNICO SENTIDO COMUN, como es el de los científicos, que son en definitiva quienes manejan y poseen todos los datos necesarios para tomar decisiones. No intentemos sacar excusas para hacer imperar nuestro criterio, nuestro "particular sentido común". Se acostumbra a decir que rectificar es de sabios, pero en este caso, tener que retroceder no es rectificar, es perder, es enfermar. Ser solidario con las normas científicas que nos dictan, es una necesidad que a todos nos va a beneficiar y nunca es tarde para aprender en una pandemia, como la que nos ocupa, de los beneficios de un razonamiento lógico basado en la evidencia científica, en la aplicación sensata de las normas, en definitiva de un estricto y obligado Sentido Común.
Miguel Vallejo
sábado, 21 de marzo de 2020
¿Y SI NO TENGO RESPIRADOR?
El coronavirus nos está poniendo a prueba. Son tiempos difíciles para todos. Son tiempos de reflexión, de control, de resiliencia, de contención, de serenidad, de madurez social, de comunicación, de creatividad incesante para distraernos, pero también de paliar el miedo que supone el contagio a un virus dormido que ha despertado donde menos uno se lo imagina: ¿China? ¿EE.UU.? ¿Corea? ¿Europa? Qué más da. Y lo digo porque la guerra política hace bandera de la culpa, algo que va muy enraizado en una formación judeo-cristiana como la nuestra, y que siempre trata de buscar esa culpa en el otro, pero difícilmente una solución.
Lo que realmente importa es lo que puede llegar a destruir este virus, que es mucho. Primero se pensaba en nuestros mayores, pero no es así, alcanza a cualquier persona y raza, tenga la edad que tenga, y viaja a la velocidad de la luz.
Este virus ha puesto a prueba a todos los países de la falta de previsión ante una pandemia que ha ido tomando forma a través de los días, aunque existan algunos políticos, y algún periodista y medio de comunicación que lejos de ayudar a la tranquilidad y serenidad parecen más preocupados en provocar más incertidumbre, ansiedad y desconcierto en la población.
Es necesario estar informados desde la verdad y la realidad y no desde la subjetividad, y el rencor político o personal. No es hora de hacer más daño. A algunos se les olvida aquello del “Primum non nocere”, lo primero es no hacer daño. De eso ya se está encargando el virus.
Hay que recordar a la población -y a esos políticos y periodistas- que el virus no camina solo, que lo paseamos cada uno de nosotros cada vez que hacemos caso omiso a lo que día a día las autoridades sanitarias y científicas, que no políticas, nos insisten con objeto de no colapsar los hospitales, fundamentalmente las UCIs por la dimensión y clínica del virus.
Hay quien no se ha dado cuenta de que los hospitales son siempre limitados en espacio, personal y medios, respecto a lo que representa una población. Están pensados para atender como un goteo diario diversos tipos de enfermedades. A nuestro coronavirus -y digo nuestro, porque lo es-, debemos hacerle frente con todas las medidas que nos han alentado a realizar y que desafortunadamente no se cumplen como deberían. Ejemplos varios: personas que caminan juntas; que sacan excusas para ir a la calle; que creen que todo esto es una exageración o incluso una invención; que se juntan en casas entre amigos para jugar o distraerse; que hacen juegos en las escaleras de sus casas... Así, hasta lo más impensable. ¿A qué se debe esta irracionalidad? A que no existe consciencia de la peligrosidad de este coronavirus ni de que está en nuestras manos vencerlo.
Algo que sí preocupa a las personas en general y que los sanitarios nos están advirtiendo insistentemente, es que no hay EPIS ni respiradores suficientes para todos los afectados y necesitados. Y esto, aunque algunos no lo crean, no se puede prever. Creo que es de interés social que cada uno reflexione si por no haber contribuido a lo que las autoridades nos indican, llegado el momento, se queda sin respirador. Y lo digo en primera persona para que no parezca que esto solo pasa a los demás. Qué ocurriría si llegado el momento no tengo un respirador disponible para mí.
Asimismo, creo importante que las autoridades sanitarias, ante la alarma de falta de respiradores y puestos en las UCIS, deben serenar a la población explicando qué ocurre cuando deciden que a un paciente van a facilitarle un respirador y que al de al lado no. Sin duda un problema ético difícil de afrontar. Resultaría tranquilizador saber si esas personas que no dispondrán de estas herramientas se enfrentan a una muerte cruel y dolorosamente asfixiante, si se les realiza una sedación para que no sufran, o si existen otras intervenciones que palíen el dolor en el final de la vida. Esta claro que todo se realiza con total ética profesional pero ¿la falta de sufrimiento se puede garantizar? Qué gran responsabilidad. Por favor, no se la pasemos solo a los sanitarios, debemos de contribuir con empatía, palabra muy pronunciada, pero difícilmente aplicada. Ayudémosles desde dentro de nuestras casas, sin salir salvo lo imprescindible y el tiempo necesario, para reducir este virus.
Está muy bien el aplauso diario en las ventanas mientras respiramos diferente, pero creo que si cada uno de nosotros cumplimos con lo que propugnan las autoridades sanitarias, estaremos contribuyendo a que todos estemos menos contagiados y que a su vez nuestros sanitarios no se contagien o fallezcan por negligencia de ciertas personas. Es momento de poner en valor nuestra madurez social, nuestra empatía, nuestra solidaridad, nuestra capacidad de resiliencia. Ayudemos a los sanitarios y no olvidemos: “¿Y si no tengo respirador”?
Miguel Vallejo
Lo que realmente importa es lo que puede llegar a destruir este virus, que es mucho. Primero se pensaba en nuestros mayores, pero no es así, alcanza a cualquier persona y raza, tenga la edad que tenga, y viaja a la velocidad de la luz.
Este virus ha puesto a prueba a todos los países de la falta de previsión ante una pandemia que ha ido tomando forma a través de los días, aunque existan algunos políticos, y algún periodista y medio de comunicación que lejos de ayudar a la tranquilidad y serenidad parecen más preocupados en provocar más incertidumbre, ansiedad y desconcierto en la población.
Es necesario estar informados desde la verdad y la realidad y no desde la subjetividad, y el rencor político o personal. No es hora de hacer más daño. A algunos se les olvida aquello del “Primum non nocere”, lo primero es no hacer daño. De eso ya se está encargando el virus.
Hay que recordar a la población -y a esos políticos y periodistas- que el virus no camina solo, que lo paseamos cada uno de nosotros cada vez que hacemos caso omiso a lo que día a día las autoridades sanitarias y científicas, que no políticas, nos insisten con objeto de no colapsar los hospitales, fundamentalmente las UCIs por la dimensión y clínica del virus.
Hay quien no se ha dado cuenta de que los hospitales son siempre limitados en espacio, personal y medios, respecto a lo que representa una población. Están pensados para atender como un goteo diario diversos tipos de enfermedades. A nuestro coronavirus -y digo nuestro, porque lo es-, debemos hacerle frente con todas las medidas que nos han alentado a realizar y que desafortunadamente no se cumplen como deberían. Ejemplos varios: personas que caminan juntas; que sacan excusas para ir a la calle; que creen que todo esto es una exageración o incluso una invención; que se juntan en casas entre amigos para jugar o distraerse; que hacen juegos en las escaleras de sus casas... Así, hasta lo más impensable. ¿A qué se debe esta irracionalidad? A que no existe consciencia de la peligrosidad de este coronavirus ni de que está en nuestras manos vencerlo.
Algo que sí preocupa a las personas en general y que los sanitarios nos están advirtiendo insistentemente, es que no hay EPIS ni respiradores suficientes para todos los afectados y necesitados. Y esto, aunque algunos no lo crean, no se puede prever. Creo que es de interés social que cada uno reflexione si por no haber contribuido a lo que las autoridades nos indican, llegado el momento, se queda sin respirador. Y lo digo en primera persona para que no parezca que esto solo pasa a los demás. Qué ocurriría si llegado el momento no tengo un respirador disponible para mí.
Asimismo, creo importante que las autoridades sanitarias, ante la alarma de falta de respiradores y puestos en las UCIS, deben serenar a la población explicando qué ocurre cuando deciden que a un paciente van a facilitarle un respirador y que al de al lado no. Sin duda un problema ético difícil de afrontar. Resultaría tranquilizador saber si esas personas que no dispondrán de estas herramientas se enfrentan a una muerte cruel y dolorosamente asfixiante, si se les realiza una sedación para que no sufran, o si existen otras intervenciones que palíen el dolor en el final de la vida. Esta claro que todo se realiza con total ética profesional pero ¿la falta de sufrimiento se puede garantizar? Qué gran responsabilidad. Por favor, no se la pasemos solo a los sanitarios, debemos de contribuir con empatía, palabra muy pronunciada, pero difícilmente aplicada. Ayudémosles desde dentro de nuestras casas, sin salir salvo lo imprescindible y el tiempo necesario, para reducir este virus.
Está muy bien el aplauso diario en las ventanas mientras respiramos diferente, pero creo que si cada uno de nosotros cumplimos con lo que propugnan las autoridades sanitarias, estaremos contribuyendo a que todos estemos menos contagiados y que a su vez nuestros sanitarios no se contagien o fallezcan por negligencia de ciertas personas. Es momento de poner en valor nuestra madurez social, nuestra empatía, nuestra solidaridad, nuestra capacidad de resiliencia. Ayudemos a los sanitarios y no olvidemos: “¿Y si no tengo respirador”?
Miguel Vallejo
sábado, 5 de mayo de 2018
Cuidarse para cuidar
Las personas necesitamos atención y cuidados desde que nacemos hasta nuestros últimos días. Somos dependientes en diferentes etapas de nuestra vida, aunque ciertamente, unos más que otros. Enfrentarse a la tarea de cuidar no es tarea fácil, requiere aprendizaje para afrontar y adaptarse a los constantes cambios que acompañan este proceso.
¿Cómo afecta el cuidado?
Por ejemplo, se pueden experimentar cambios en:
Hay que ser conscientes de que estar pendiente de las necesidades de otra persona hace que la persona cuidadora deje su vida en un segundo plano, generando en muchas ocasiones malestar y sobrecarga.
Llegados a este punto es aconsejable hacer una parada para hacer un análisis de la situación. Valorar los cambios que las tareas de cuidado han generado. Hay señales (físicas, emocionales, pensamientos, comportamientos, etc.) que avisan cuándo puede ser necesario parar y dedicarse un poco de atención; parar para reparar.
El éxito de la experiencia de cuidado dependerá del grado en el que la propia persona cuidadora se cuide a sí misma. Se conceda tiempo y atención suficientes para sus propias necesidades personales.
Es esencial que la persona cuidadora atienda su propia salud física, emocional y social, lo que se conoce como autocuidado, porque cuidarse es la mejor manera de poder cuidar a los demás.
¿Qué es el autocuidado?
Se trata de todas aquellas actitudes y acciones que realiza cada persona con el objetivo de valorarse, quererse y cuidarse. Son acciones para mantener y mejorar la propia salud física y mental. No es un acto de egoísmo, sino de responsabilidad con su propia vida.
Las personas que además de cuidar se autocuidan, están mejor preparadas para responder al estrés y a la depresión derivadas de la situación de cuidado, toman decisiones más acertadas y pueden brindar una atención de mayor calidad.
¿Por dónde empezar?
Estar leyendo este texto, puede ser una oportunidad para poder reflexionar sobre cómo afecta el cuidado, qué cambios ha generado la situación de cuidado, qué señales de alarma han aparecido, si hay o no sobrecarga o malestar emocional, si aparecen sentimientos negativos como la tristeza, el desánimo, culpa, enfado, lástima o sentimientos positivos como la satisfacción, si existen o no apoyos y ayuda, etc.
Es muy importante darse cuenta de lo necesario que es cuidarse. Además, un entorno social y familiar implicado ayudará a conseguir una mayor calidad de vida tanto para la persona que precisa cuidados como para quien cuida. Por lo tanto, no lo olvides…
¡Cuídate!
Amaia Artola Echeverría
¿Cómo afecta el cuidado?
Por ejemplo, se pueden experimentar cambios en:
- Las relaciones familiares
- El trabajo
- La situación económica
- El tiempo libre, las aficiones y el ocio
- La salud
- El estado de ánimo
Hay que ser conscientes de que estar pendiente de las necesidades de otra persona hace que la persona cuidadora deje su vida en un segundo plano, generando en muchas ocasiones malestar y sobrecarga.
Llegados a este punto es aconsejable hacer una parada para hacer un análisis de la situación. Valorar los cambios que las tareas de cuidado han generado. Hay señales (físicas, emocionales, pensamientos, comportamientos, etc.) que avisan cuándo puede ser necesario parar y dedicarse un poco de atención; parar para reparar.
El éxito de la experiencia de cuidado dependerá del grado en el que la propia persona cuidadora se cuide a sí misma. Se conceda tiempo y atención suficientes para sus propias necesidades personales.
Es esencial que la persona cuidadora atienda su propia salud física, emocional y social, lo que se conoce como autocuidado, porque cuidarse es la mejor manera de poder cuidar a los demás.
¿Qué es el autocuidado?
Se trata de todas aquellas actitudes y acciones que realiza cada persona con el objetivo de valorarse, quererse y cuidarse. Son acciones para mantener y mejorar la propia salud física y mental. No es un acto de egoísmo, sino de responsabilidad con su propia vida.
Las personas que además de cuidar se autocuidan, están mejor preparadas para responder al estrés y a la depresión derivadas de la situación de cuidado, toman decisiones más acertadas y pueden brindar una atención de mayor calidad.
¿Por dónde empezar?
- Realiza cambios en la rutina diaria
- Dormir y/o descansar lo suficiente.
- Cuidar la alimentación.
- Hacer ejercicio con regularidad.
- Evitar el aislamiento y salir de casa.
- Control de consumo de bebidas, tabaco y/o fármacos.
- Mantener aficiones e intereses.
- Poner límites al cuidado.
- Pedir ayuda. El cuidado no es tarea para una persona sola.
- Anticiparse y organizarse bien.
- Formarse e informarse.
- Prestar atención a las emociones.
Estar leyendo este texto, puede ser una oportunidad para poder reflexionar sobre cómo afecta el cuidado, qué cambios ha generado la situación de cuidado, qué señales de alarma han aparecido, si hay o no sobrecarga o malestar emocional, si aparecen sentimientos negativos como la tristeza, el desánimo, culpa, enfado, lástima o sentimientos positivos como la satisfacción, si existen o no apoyos y ayuda, etc.
Es muy importante darse cuenta de lo necesario que es cuidarse. Además, un entorno social y familiar implicado ayudará a conseguir una mayor calidad de vida tanto para la persona que precisa cuidados como para quien cuida. Por lo tanto, no lo olvides…
Amaia Artola Echeverría
Centro de Psicología Clínica en Donostia-San Sebastián
martes, 12 de abril de 2016
Afrontando el temor al ataque terrorista
¿Cómo superar un miedo?, ¿cómo afrontarlo?, ¿cómo vivir sin ver, sin mirar a personas que por sus rasgos o vestimentas se les asocie con posibles terroristas? No es tarea fácil, tenemos mucha información gráfica, muchos vídeos. Las redes sociales bombardean constantemente y en tiempo real a millones de usuarios con estos temas. Por su parte, los medios de comunicación ofrecen programas especiales para difundir el horror terrorista y a ahondar en él.
Cada vez resulta más difícil para muchas personas coger un avión con tranquilidad, acudir a un metro, o bien estar en lugares concurridos y no escanear con la mirada posibles sospechosos.
Hace años la sociedad aprendió a alejarse de las bolsas o macutos tirados o aislados en lugares concretos, o a mirar, según su condición profesional, debajo de los coches. Con el paso del tiempo, ese miedo se fue extinguiendo, aunque no la cautela, concepto bien diferente y con el que se puede convivir.
Es conveniente recurrir a nuestro admirado Sócrates para tomar sus palabras o consejos con el rigor que sus mensajes encierran. Él solía decir con el tono que se le atribuye, y que el actor José María Pou lo borda en escena, “las pasiones obnubilan la razón”. Es curioso que en esta frase la mente terrorista o muchas otras quedan bien descritas. Asimismo, nos ofrece una solución a nuestro miedo expresando que “el hombre no tiene un mal mayor que una opinión falsa”.
Por lo tanto, la hipervigilancia, así como una inferencia arbitraria sobre el entorno, hará que los ciudadanos puedan construir pensamientos erróneos sobre las personas, por lo que acabarán reactivando o potenciando su miedo.
Creo que una forma adecuada para no sucumbir al miedo terrorista pasa por que realicemos una vida normalizada como señala Sócrates, sin dejarnos llevar por opiniones falsas. Tenemos que disfrutar de salidas, viajes, reuniones, sin pararnos a observar el entorno. Esta es una forma de no reavivar el miedo que los terroristas tratan de infundirnos consiguiendo limitar nuestras vidas.
Vivir en estado de alerta es la antítesis de placer, del disfrute. Debemos de seguir haciendo una vida normal, sabedores que los países desarrollados, dirían bien desarrollados, vigilan y protegen a los ciudadanos. Por lo tanto, deberíamos evitar el ser vigilantes por algo en lo que los gobiernos invierten constantemente para protección de las personas.
No debemos olvidar que los miedos normalmente se resuelven por afrontamiento y no por evitación, así que hagamos caso a Sócrates y no nos dejemos llevar por una opinión falsa y dejemos de ser vigilantes al juzgar por aspectos externos a ciertas personas como posibles terroristas.
Esta conducta pertenece a los gobiernos, por lo tanto no dejemos de salir y disfrutar, eso sí con cierta cautela, y que como expresaba anteriormente, éste es un concepto que convive en armonía con el ocio activo, el disfrute y el placer.
Creo obligado finalizar estas consideraciones citando al poeta romano Horacio, fallecido en el año 8 AC, quién con su famosa frase “Carpe Diem”… ya nos daba la solución más acertada para afrontar la vida, con o sin terrorismo. Así que, aprovechemos cada día como si no hubiera un mañana.
Miguel Vallejo
Cada vez resulta más difícil para muchas personas coger un avión con tranquilidad, acudir a un metro, o bien estar en lugares concurridos y no escanear con la mirada posibles sospechosos.
Hace años la sociedad aprendió a alejarse de las bolsas o macutos tirados o aislados en lugares concretos, o a mirar, según su condición profesional, debajo de los coches. Con el paso del tiempo, ese miedo se fue extinguiendo, aunque no la cautela, concepto bien diferente y con el que se puede convivir.
Es conveniente recurrir a nuestro admirado Sócrates para tomar sus palabras o consejos con el rigor que sus mensajes encierran. Él solía decir con el tono que se le atribuye, y que el actor José María Pou lo borda en escena, “las pasiones obnubilan la razón”. Es curioso que en esta frase la mente terrorista o muchas otras quedan bien descritas. Asimismo, nos ofrece una solución a nuestro miedo expresando que “el hombre no tiene un mal mayor que una opinión falsa”.
Por lo tanto, la hipervigilancia, así como una inferencia arbitraria sobre el entorno, hará que los ciudadanos puedan construir pensamientos erróneos sobre las personas, por lo que acabarán reactivando o potenciando su miedo.
Creo que una forma adecuada para no sucumbir al miedo terrorista pasa por que realicemos una vida normalizada como señala Sócrates, sin dejarnos llevar por opiniones falsas. Tenemos que disfrutar de salidas, viajes, reuniones, sin pararnos a observar el entorno. Esta es una forma de no reavivar el miedo que los terroristas tratan de infundirnos consiguiendo limitar nuestras vidas.
Vivir en estado de alerta es la antítesis de placer, del disfrute. Debemos de seguir haciendo una vida normal, sabedores que los países desarrollados, dirían bien desarrollados, vigilan y protegen a los ciudadanos. Por lo tanto, deberíamos evitar el ser vigilantes por algo en lo que los gobiernos invierten constantemente para protección de las personas.
No debemos olvidar que los miedos normalmente se resuelven por afrontamiento y no por evitación, así que hagamos caso a Sócrates y no nos dejemos llevar por una opinión falsa y dejemos de ser vigilantes al juzgar por aspectos externos a ciertas personas como posibles terroristas.
Esta conducta pertenece a los gobiernos, por lo tanto no dejemos de salir y disfrutar, eso sí con cierta cautela, y que como expresaba anteriormente, éste es un concepto que convive en armonía con el ocio activo, el disfrute y el placer.
Creo obligado finalizar estas consideraciones citando al poeta romano Horacio, fallecido en el año 8 AC, quién con su famosa frase “Carpe Diem”… ya nos daba la solución más acertada para afrontar la vida, con o sin terrorismo. Así que, aprovechemos cada día como si no hubiera un mañana.
Miguel Vallejo
jueves, 12 de noviembre de 2015
Prevenir y no curar: atención y dedicación desde los 0 años
Cómo he leído en más de una ocasión no comenzamos a ser padres al nacer o adoptar a un hijo, sino mucho antes. Tomar conciencia de este "nuevo título" conlleva un análisis, lectura y comprensión de qué es lo que vamos a tener entre manos en los próximos.... muchos años. Se intenta entender al niño desde el pensamiento adulto como si su forma de razonar, de sentir y de ver la vida se pudiese equiparar a la de un adulto. Nada más lejos.
Si queremos llegar a educar mejor a los hijos hay que empezar por el principio, hay que observarlos, analizarlos, conocerlos para saber qué temperamento tienen ya desde bebé, que habilidades va adquiriendo, qué ritmo de desarrollo... Una vez sepamos bien quién es nuestro hijo, sabremos y podremos acercarnos a potenciar sus virtudes y a trabajar en sus debilidades y carencias.
Muchos padres implicados inician la descripción del comportamiento de sus hijos minusvalorándose de la siguiente manera: "yo no soy psicólogo, pero yo creo que a mi hijo le pasa..., o mi hijo es...". Y realmente tienen toda la razón. Los padres que conviven y se implican día a día con sus hijos, en la medida de sus posibilidades y horarios, acaban comprendiendo su comportamiento, sus gustos, el manejo de las emociones... Acaban conociendo a sus hijos. De esta forma es mucho más fácil pasar a la acción educativa, y ver cómo cambiar o añadir nuevas estrategias educativas.
Sin estar sometidos a ninguna presión excesiva, es conveniente asentar las bases desde la primera etapa de vida. Todo lo que no hagamos bien, es probable que dificulte posteriores etapas en la educación y en el desarrollo de los hijos. Rutinas, lenguaje, hábitos en casa, horarios, manías,… todo se imita, se aprende y se interioriza. Dejar el aprendizaje de hábitos en manos del tiempo, tiene un riesgo. El riesgo de quitar importancia a lo importante.
Luís Vallejo
martes, 10 de noviembre de 2015
Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH): (a estas alturas del guión…)
Es más que frecuente escuchar frases como “¡claro que se centra! Se queda horas en la televisión o en los videojuegos”, “…si le gusta, bien que atiende…”, “…cuando quiere, ya se controla…”, "...parece que ahora todos tienen déficit de atención...", etc.
Estamos cada vez más acostumbrados al diagnóstico de este trastorno en la población infantil. Además, a esto le acompaña que cada vez son más los adultos que encuentran una explicación a las dificultades que, al parecer, han tenido su raíz en la infancia. Con el desarrollo de la ciencia y las numerosas investigaciones que se llevan a cabo, nos acercamos cada vez más a entender el funcionamiento cerebral de estas personas, así como a tener herramientas que identifiquen y diagnostiquen más correctamente.
Es una problemática tan difundida que muchos niños salen perjudicados, bien porque son encasillados erróneamente en esta patología, bien porque a pesar de ser candidatos a ella, no son bien diagnosticados por tratarse en algunos supuestos más de una moda que de una patología.
Además, parece que hay que rogar a la gente, muchas veces profesionales -supuestamente en formación continua- del mundo de la educación y de la salud, que “crean” como si de una religión se tratara, en la existencia de un patrón de comportamiento, en un conjunto de signos y síntomas que definen una condición concreta que no es fruto de una mala actuación de los padres.
Hay muchas personas afectadas y tratadas no por gusto ni por afición, que deberían beneficiarse de la comprensión y de la buena praxis profesional orientada a conseguir una única meta: que su desarrollo personal, emocional, familiar, social y académico, no se vea perjudicado por unas características neurobiológicas, cognitivas, conductuales diferentes tal y como se agrupan en el TDAH. Dentro de este diagnóstico hay algo más que un "no se centra, se mueve mucho o es muy impulsivo", y se sabe que por sí mismas no predisponen ni empujan a nadie al fracaso escolar, a la delincuencia, la drogadicción, la agresividad, y otras muchas problemáticas con las que frecuentemente se relaciona.
Si todas las personas encargadas de su formación hacen lo necesario por acompañarlos en su desarrollo, podemos conseguir que, pasados los años, al echar la vista atrás, tengan tan solo recuerdos de haber tenido una infancia y adolescencia complicada, con dificultades, pero llena de personas que apostaron por ellos.
Seguiremos luchando por ello...
Luís Vallejo
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