jueves, 12 de noviembre de 2015

Prevenir y no curar: atención y dedicación desde los 0 años

Cómo he leído en más de una ocasión no comenzamos a ser padres al nacer o adoptar a un hijo, sino mucho antes. Tomar conciencia de este "nuevo título"  conlleva un análisis, lectura y comprensión de qué es lo que vamos a tener entre manos en los próximos.... muchos años. Se intenta entender al niño desde el pensamiento adulto como si su forma de razonar, de sentir y de ver la vida se pudiese equiparar a la de un adulto. Nada más lejos.

Si queremos llegar a educar mejor a los hijos hay que empezar por el principio, hay que observarlos, analizarlos, conocerlos para saber qué temperamento tienen ya desde bebé, que habilidades va adquiriendo, qué ritmo de desarrollo... Una vez sepamos bien quién es nuestro hijo, sabremos y podremos acercarnos a potenciar sus virtudes y a trabajar en sus debilidades y carencias.

Muchos padres implicados inician la descripción del comportamiento de sus hijos minusvalorándose de la siguiente manera: "yo no soy psicólogo, pero yo creo que a mi hijo le pasa..., o mi hijo es...". Y realmente tienen toda la razón. Los padres que conviven y se implican día a día con sus hijos, en la medida de sus posibilidades y horarios, acaban comprendiendo su comportamiento, sus gustos, el manejo de las emociones... Acaban conociendo a sus hijos. De esta forma es mucho más fácil pasar a la acción educativa, y ver cómo cambiar o añadir nuevas estrategias educativas.

Sin estar sometidos a ninguna presión excesiva, es conveniente asentar las bases desde la primera etapa de vida. Todo lo que no hagamos bien, es probable que dificulte posteriores etapas en la educación y en el desarrollo de los hijos. Rutinas, lenguaje, hábitos en casa, horarios, manías,… todo se imita, se aprende y se interioriza. Dejar el aprendizaje de hábitos en manos del tiempo, tiene un riesgo. El riesgo de quitar importancia a lo importante.

Luís Vallejo

martes, 10 de noviembre de 2015

Trastorno del Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH): (a estas alturas del guión…)

Es más que frecuente escuchar frases como “¡claro que se centra! Se queda horas en la televisión o en los videojuegos”, “…si le gusta, bien que atiende…”, “…cuando quiere, ya se controla…”, "...parece que ahora todos tienen déficit de atención...", etc.

Estamos cada vez más acostumbrados al diagnóstico de este trastorno en la población infantil. Además, a esto le acompaña que cada vez son más los adultos que encuentran una explicación a las dificultades que, al parecer, han tenido su raíz en la infancia. Con el desarrollo de la ciencia y las numerosas investigaciones que se llevan a cabo, nos acercamos cada vez más a entender el funcionamiento cerebral de estas personas, así como a tener herramientas que identifiquen y diagnostiquen más correctamente.

Es una problemática tan difundida que muchos niños salen perjudicados, bien porque son encasillados erróneamente en esta patología, bien porque a pesar de ser candidatos a ella, no son bien diagnosticados por tratarse en algunos supuestos más de una moda que de una patología.

Además, parece que hay que rogar a la gente, muchas veces profesionales -supuestamente en formación continua- del mundo de la educación y de la salud, que “crean” como si de una religión se tratara, en la existencia de un patrón de comportamiento, en un conjunto de signos y síntomas que definen una condición concreta que no es fruto de una mala actuación de los padres.

Hay muchas personas afectadas y tratadas no por gusto ni por afición, que deberían beneficiarse de la comprensión y de la buena praxis profesional orientada a conseguir una única meta: que su desarrollo personal, emocional, familiar, social y académico, no se vea perjudicado por unas características neurobiológicas, cognitivas, conductuales diferentes tal y como se agrupan en el TDAH. Dentro de este diagnóstico hay algo más que un "no se centra, se mueve mucho o es muy impulsivo", y se sabe que por sí mismas no predisponen ni empujan a nadie al fracaso escolar, a la delincuencia, la drogadicción, la agresividad, y otras muchas problemáticas con las que frecuentemente se relaciona.

Si todas las personas encargadas de su formación hacen lo necesario por acompañarlos en su desarrollo, podemos conseguir que, pasados los años, al echar la vista atrás, tengan tan solo recuerdos de haber tenido una infancia y adolescencia complicada, con dificultades, pero llena de personas que apostaron por ellos.

Seguiremos luchando por ello...

Luís Vallejo