martes, 4 de noviembre de 2014

¿Cuándo debe actuar la Psicología Clínica?

La Psicología Clínica detecta, evalúa y trata estados mentales que limitan la vida de las personas, impidiéndoles mantener un equilibrio individual y social adecuado. Estas alteraciones somáticas, psíquicas o conductuales que trastornan el bienestar, son abordadas por esta especialidad con una metodología científica contrastada que tiene como único objetivo restablecer una relación armónica con el entorno y con nosotros mismos. En la compleja mente del ser humano existen aspectos diferenciadores que le identifican: la educación; los condicionamientos sociales; o los factores genéticos, actúan como elementos moldeadores de su personalidad. De ahí, la dificultad de establecer una clara línea divisoria entre trastorno y equilibrio. No hay duda de que el miedo, la inseguridad o el umbral del sufrimiento son experiencias determinantes en la aparición del estrés, la ansiedad o las fobias. Sin embargo, la medida en que nos afectan varía, en mucho, según las circunstancias personales que han definido la psique. Lo que para algunos constituye una situación insalvable y limitante, para otros se convierte en una experiencia enriquecedora. Es evidente, que la reacción ante un mismo estímulo puede provocar sensaciones absolutamente opuestas.

¿Cómo reconocer el momento en que se pone en riesgo nuestra salud mental?, en otras palabras: ¿Cuándo debemos recurrir a la Psicología Clínica en busca de ayuda profesional? Aunque, como hemos visto, la respuesta dista de ser universal, existen síntomas evidentes que deben activar la alarma: Incapacidad para superar o solucionar determinadas situaciones que comienzan a bloquear nuestra vida cotidiana. Contradicciones conductuales y emocionales entre lo que se hace y lo que se desea hacer. Dificultad para superar circunstancias dolorosas o cambios bruscos: enfermedades, muerte, separaciones o pérdida de empleo. Aparición de síntomas físicos y psíquicos relacionados: falta de sueño, ansiedad, cansancio, mala concentración, tristeza o problemas alimentarios. Los trastornos somáticos se pueden agudizar y reflejar problemas cardiovasculares (taquicardia), respiratorios (disnea) o gastrointestinales (vómitos), que necesitarán tratamiento médico especializado. La pérdida de ilusión, la apatía, el pesimismo y la inseguridad conllevan estados de tristeza que obstaculizan nuestra percepción. Caer en adicciones que pretenden sustituir nuestra incapacidad para enfrentarnos con la realidad. Todas estas señales pueden ayudar a detectar problemas psicosomáticos que deben ser tratados también por la Psicología Clínica, para su diagnóstico, y rehabilitación; un proceso cada vez más normalizado en la sociedad gracias a la ruptura con una serie de tabúes sin fundamento que relacionaban la visita al especialista con estados extremos de locura.

Miguel Vallejo

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